Bienvenidos al mundo irreal
Vivir desconectados de Facebook nos haría más felices
Las redes sociales llegaron para quedarse y revolucionar nuestras vidas. A través de ellas, miles de personas en todo el mundo establecen un lazo de conexión que, de una manera u otra, las mantiene unidas telemáticamente. Una vez agregado un contacto, ya sea conocido, íntimo o simplemente pasaba por allí, somos partícipes de todo cuanto le acontece o, mejor dicho, de todo cuanto hace visible. Desde la existencia de Facebook, la alerta por la pérdida de las relaciones personales reales (las del café con leche), ha protagonizado el debate.
Ahora compartimos noticias, fotos, sentimientos o reflexiones a tiempo real. El timeline se ha convertido en nuestra rutina, de forma que nuestros hábitos se han adaptado a su manera de proceder y nuestras publicaciones se han convertido en objeto de análisis. Hacemos fotos de todo cuanto sucede y seguidamente las subimos a la espera de un ‘Me gusta’. Da igual el momento o el lugar. Una comida entre amigos, una jornada de gimnasio, los rincones de nuestras vacaciones o la última adquisición se convierten en el reflejo de nuestro día a día. Esos retazos pasan a ser la imagen que damos a los demás de nosotros, de nuestra, a veces, concebida erróneamente como idílica vida.
Un alto porcentaje de usuarios se siente más insatisfecho con sus vidas después de visitar la red social.
Ahora bien, ¿somos lo que mostramos? Numerosos estudios con Facebook como punto de mira han llegado a la conclusión de que las personas que constantemente publican fotografías en la red social podrían tener problemas a la hora de disfrutar en su vida real. Se trata de proyectar en las redes aquello que nos gustaría ser y cómo queremos que los demás nos vean. Para Jeff Hancock, profesor de Comunicación y coautor del estudio Behavior and Social Networking, es precisamente esa posibilidad de mostrar nuestras características personales con más valor la que contribuye a aumentar nuestra autoestima.
En este sentido, otro estudio realizado por la Universidad de Boston, asegura que la gente usa Facebook por la necesidad de auto presentarse al mundo. Si bien, dos universidades alemanas llegaron a la conclusión de que un alto porcentaje de usuarios se siente más insatisfecho con sus vidas tras visitar la red social al provocar en ellos una sensación de envidia. Este hecho afecta en mayor medida a aquellos que acceden a la red como meros espectadores, sin publicar nada.
La plataforma puede hacer un perfil de los usuarios más certero que el proporcionado por amigos o familiares.
A menudo percibimos las vidas de los demás ligadas a una sobrevaloración de las mismas, sin percatarnos que son tan sólo una muestra de la realidad. Por lo general, publicamos sólo la parte buena de lo que nos sucede, ocultando las flaquezas que, con toda probabilidad, son habituales en un cierto porcentaje. La mayoría de los usuarios sometidos a un estudio sobre el uso de Facebook de la Universidad de Utah afirmaba que los demás tenían mejor vida que ellos. Eso nos frustra, nos provoca una sensación de malestar y disminuye nuestra autoestima.
Y en todo ello, la red social por antonomasia tiene algo que ver. Para hacerse más eficiente, Facebook manipula lo que vemos en ella, administrando todo cuanto se muestra mediante su intervención en nuestros muros. Asimismo, un estudio de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, basado en el análisis de los ‘Me gusta’ de los usuarios llegó a la conclusión de que la plataforma puede hacer un perfil de ellos más certero que el proporcionado por amigos o familiares.
A pesar de los efectos negativos que la red provoca en los usuarios, su nivel de adicción supera a todos ellos.
Los usuarios se han convertido en títeres de una empresa, en conejillos de indias de un experimento social que ya cuenta con más de 1.400 millones de usuarios conectados a la red los siete días de la semana a un promedio de cuatro horas y media. Su desconexión los haría más felices según un estudio danés, en el que más de mil usuarios dejaron de entrar a Facebook durante una semana y experimentaron niveles de satisfacción mayores que las personas que siguieron accediendo.
¿Y tú? ¿Estarías dispuesto a desconectar? A pesar de los efectos negativos que la red provoca en los usuarios, su nivel de adicción supera a todos ellos. De lo contrario, estaríamos renunciando a una de las sensaciones más placenteras que aporta la plataforma. Recibir un ‘Me gusta’ supone nuestra particular recompensa. Nuestra forma de legitimarnos socialmente.
Un estudio publicado en la Frontiers in Human Neuroscience mostraba los efectos del ‘Like’ en el cerebro de los usuarios. Su detección se produce en una región llamada núcleo accumbens, un grupo de neuronas del encéfalo que funcionan como el centro del placer. Esta región se hacía más activa cuando los usuarios sometidos a estudio recibían un me gusta en sus publicaciones.
Si a ello le unimos la capacidad adictiva y la reducción de la sensación de soledad al sentirnos conectados socialmente, nos encontramos con que Facebook se ha convertido en una necesidad. Nuestro peculiar efecto placebo de una realidad…¿paralela?
Autora: Itxaso Marín.