Whats App? It 's up to me and it's up to you
Cuando una herramienta es predominante, es fácil que su uso se convierta en norma
Primera escena del día: suena el despertador. Ya no me despierta el reloj, lo hace el móvil. Abro un ojo mientras alargo el brazo para apagar la alarma y comprobar qué hora es. Con este mismo ojo, veo que me han llegado varios mensajes de Whats App e instintivamente los abro. La mayoría son de grupos que dicen buenos días. Segunda escena: saco el teléfono del bolsillo por qué tengo que hacer una llamada importante. Antes de marcar el número, descubro que me ha llegado unos cuantos watsaps más y no puedo evitar ponerme a mirar quien me ha escrito. Resulta que mi compañero de trabajo me reclama urgentemente un documento que ayer dejé terminado pero que ahora no encuentra por ninguna parte. Le doy explicaciones, indicaciones y justificaciones. ¡Ostras! ¡Ya no recuerdo a quién tenía que llamar! ¡Se me ha ido de la cabeza! ¿No debía de ser importante? Tercera escena: a media mañana los watsaps se me acumulan pero todavía no he encontrado un momento para contestarlos, aprovecho que ando por la calle para hacerlo. Cuarta escena: he quedado para comer con una amiga, llega tarde y me aburro mientras la espero. Cojo el móvil del bolso para comprobar si alguien me ha vuelto a escribir algún watsap. Resulta que no hay ningún mensaje nuevo y como ya no tengo ninguna conversación pendiente porque las he contestado mientras andaba, empiezo una conversación con otro contacto del que hace días que no sé nada. Además, como me estoy aburriendo, así paso el rato. Quinta escena: mi amiga me pone al día de su vida mientras se toma alguna pausa para contestar watsaps. Se disculpa diciendo que son urgentes y que no pueden esperar. Sexta escena: estoy conduciendo y el móvil no para de sonar, me están llegando nuevos watsaps y el teléfono me avisa cada vez que entra uno nuevo. Ahora no puedo contestar - pienso. Esperaré a que el semáforo se ponga rojo para hacerlo. Pero quizás ahora que el tráfico va más lento puedo contestar con algún "ok". La respuesta es corta y directa, y permite ser escrita de manera muy rápida. Lo hago.
El 94% de las personas que envían mensajes de texto a través del móvil utilizan el Whats App.
Séptima escena: salgo de una reunión de trabajo y me encuentro con 80 mensajes por leer en uno de los grupos. ¿Qué me he perdido? ¿Qué está pasando? - Me pregunto. Comienzo a leer en diagonal parada en medio de la calle. Resulta que han enviado un vídeo muy divertido y a todo el mundo le hace mucha gracia. Contesto con cuatro emoticonos que lloran de risa para decir que a mí también. No he podido escuchar bien el audio pero por las imágenes que he visto parecía muy divertido. Octava escena: mi jefe nos comunica que acaba de crear un grupo de Whats App para poder hablar de temas de trabajo. De este modo, nos dice, podremos estar en contacto directo entre nosotros y todos estaremos al día de todo. Novena escena: ¿otra vez? el pesado de turno me vuelve a enviar la típica cadena de mensajes que debo reenviar a diez amigos si no me quiero morir. Es el típico amigo-spam o spam-amigo. Un día se lo diré. Mientras tanto, le respondo con un emoticono. No sea que piense que paso de su mensaje y se ofenda. Décima escena: llego a clase de swing. Se acaba la clase y el profesor nos propone si queremos añadirnos a un grupo de Whats App para que nos podamos intercambiar vídeos de las clases. Harta de tanto grupo, me decido a decir que prefiero no formar parte a él. Todo el mundo me mira como si fuera un ser antisocial. Pero yo he conseguido no añadir un grupo más en mi lista de chats. Este ha sido mi triunfo del día de hoy con el Whats App. Décima escena: cansada, me voy a la cama, y cuando estoy consiguiendo conciliar el sueño: "Cling". Me llega otro p ... mensaje de Whats App. ¿Quien debe ser a esta hora? ¡Pero si es la una! Ya lo miraré mañana. O no... ¿Y si es importante? A esta hora quizás sea algo grave. Después de mi triunfo anterior, me vuelvo a rendir al Whats App.
España es el primer país europeo en el ranking donde más se utiliza esta aplicación y el cuarto en todo el mundo.
Estas once escenas representan un comportamiento típico. Como estas encontraríamos muchísimas más de ejemplo pero son suficientes para hacer el retrato robot del uso que la mayoría de usuarios hacemos del Whats App. Resulta que 4 de cada 10 personas consultamos los mensajes que nos llegan a través de esta aplicación varias veces cada día. Contarlas, ya nos resulta más difícil. Estas varias veces pueden llegar a ser tantas que perdemos la cuenta y es imposible establecer un baremo. Pero que nadie se piense que esto significa que estamos enganchados. Repetimos el mensaje: se ve que se trata de un comportamiento típico y que estamos dentro de la estadística. No sé si esto nos debe consolar pero es lo que dicen los datos. Los adictos, son los que les provoca angustia separarse de su teléfono móvil y que el consultan de manera compulsiva a lo largo del día. Y aunque no son la mayoría, tampoco son pocos. Actualmente tres de cada diez usuarios reconocen vivir pegados al Whats App. Esto es lo que revela un estudio del CIS que sólo ha encontrado, atención, un 4% de la población que consulte el móvil al menos una vez al día. Estos sí que no son "normales" como nosotros, son una rara avis.
Vivimos en un país donde actualmente ya hay más móviles que habitantes y donde seis de cada diez personas que tienen, utilizan las aplicaciones de mensajería instantánea para comunicarse. Todos, optan por utilizar Whats App (94,6%). Es la aplicación estrella. Estas cifras, que nos pueden parecer muy obvias, no son las mismas en todos los países del mundo. España es el primer país europeo en el ranking donde más se utiliza esta aplicación y el cuarto en todo el mundo. En el ranking europeo, por detrás de España encontramos Italia, Holanda y Alemania; y en el mundial, sólo nos superan Sudáfrica, Singapur y Hong Kong. En la cola de Europa está Francia y al final de la lista por países del mundo, Estados Unidos. El éxito del Whats App a estas alturas es de sobras conocido: es gratuito, nos permite comunicarnos de una manera inmediata, interactuar en grupo y mantener las relaciones con nuestros contactos. El precio que estamos pagando por todos estos supuestos beneficios, aún está por ver.
Formar parte de un grupo de Whats App del trabajo no es obligatorio por contrato.
El Whats App ya ha demostrado que es una herramienta que no respeta la privacidad, que puede ser perjudicial para las relaciones de pareja, que puede ocasionar conflictos en el caso de los grupos de trabajo, que puede convertirse en un instrumento de marginación o bulling en las escuelas y que es la causa de muchas distracciones al volante. Claro que siempre depende del uso que nosotros hagamos - podemos pensar. Y es verdad. Somos nosotros que debemos y podemos decidir qué uso queremos hacer de la tecnología. Pero en el caso del Whats App, posicionarse no resulta tan sencillo.
Cuando una herramienta se convierte en predominante como es el caso, es fácil que el uso que haga la mayoría se convierta en norma. Es decir, si todos damos por sentado que los watsaps se deben contestar el momento, que es de mala educación rechazar una invitación a un grupo o marchar directamente de éste, que no pasa nada para contestar watsaps mientras estamos manteniendo una conversación presencial con otra persona, que es posible caminar por la calle como unos zombis mientras escribimos o que podemos enviar mensajes a cualquier hora del día, corremos el riesgo de convertir estos comportamientos en un hábito o una costumbre aceptada y normalizada socialmente. Es entonces cuando el que rechaza la invitación a un grupo, no contesta de forma inmediata o no está siempre localizable a través de este canal, es visto como una especie extraña. Por eso los expertos nos recomiendan que marquemos nuestros propios límites y que seamos coherentes con nosotros mismos. O lo que es lo mismo, si no queremos ser esclavos de estas normas sociales no escritas en ninguna parte o simplemente no nos gustan, no entramos en el juego.
Esto implica que aunque los mensajes nos lleguen de forma inmediata, debemos ser conscientes de que no es necesario que la velocidad de la respuesta sea recíproca. Hay que ser respetuoso y paciente con el tiempo de respuesta de cada uno. Si el caso es que formar parte de muchos grupos de Whats App nos estresa, tenemos muchas opciones: silenciarlos, desactivar los avisos, darnos de baja, no añadirnos a más grupos de lo que podamos soportar o simplemente valorar la conveniencia de pertenecer a uno. Si siempre aplicamos el mismo criterio, a nadie le parecerá extraño. Seremos coherentes. Formar parte de un grupo de Whats App del trabajo por ejemplo, no es obligatorio por contrato. Nadie nos puede obligar. Tener un hijo, no implica que también te tengan que interesar las conversaciones que circulan por Whats App entre los padres de la escuela.
Hay a quien le parece normal dejar una pareja por Whats App, despedir a un trabajador o comunicar una mala noticia.
Varios estudios sobre comunicación ponen de manifiesto que cuando nos comunicamos en persona, el contenido verbal sólo representa un 10% del impacto de nuestro mensaje, mientras que la comunicación no verbal (gestos, actitud, mirada ...) supone un 50% del impacto total. El otro 40% del alcance del mensaje corresponde a lo que se conoce como comunicación paraverbal (matices, entonación, énfasis, pausas ...). Lo que explica muchos de los malentendidos que se producen cuando nos comunicamos por Whats App. Por muchos emoticonos y mayúsculas que usemos, la comunicación en persona tiene unos matices que la comunicación escrita no podrá sustituir nunca. En función de lo que tengamos que decir pues, tal vez deberíamos preguntarnos más a menudo cuál es el canal de comunicación más apropiado. En cambio, no parece que lo hagamos muy a menudo.
Hoy en día hay a quien le parece normal dejar una pareja por Whats App, despedir a un trabajador o comunicar una mala noticia. Hay muchos ejemplos de mensajes que requieren de una comunicación en persona. Pero ahora mismo, nueve de cada diez personas preferimos enviar mensajes escritos en lugar de hablar por teléfono a la hora de comunicarnos porque parece que el Whats App nos lo pone más fácil. Vuelven a ser datos del mismo estudio del CIS que citábamos antes. Los psicólogos añaden que esta facilidad de comunicación también genera adicción y cobardía. Adicción porque podemos soltar lo que sea, cuando sea y a quien sea. Sólo tenemos que pulsar la tecla enviar. Y cobardía porque por Whats App nos podemos atrever a decir cosas que nunca diríamos en la cara. Por eso el Whats App resulta tanto nocivo cuando hay una ruptura sentimental, por ejemplo.
Más de la mitad de la población considera que el uso de las nuevas tecnologías ha incrementado los conflictos familiares
El mismo estudio también explica que una de cada diez personas se ha arrepentido de haber enviado un watsap alguna vez y que un 5% confiesa haber tenido problemas con otras personas por contenidos enviados por ellos mismos. Pero tomemos los datos más optimistas. Según el estudio del CIS, la mayoría de la población piensa que las nuevas tecnologías le han ayudado a incrementar las relaciones con familiares que viven lejos y con sus amigos de siempre.
Sin embargo, es inevitable preguntarse: ¿cómo puede ser que si actualmente más de la mitad de la población considera que el uso de las nuevas tecnologías ha incrementado los conflictos familiares, ha reducido la comunicación entre padres e hijos, nos aíslan, son una pérdida de tiempo y nos han hecho perder nuestra intimidad, no nos planteemos cambiar urgentemente de hábitos? Curioso. El problema, una vez más, parece que no es la tecnología sino como la usamos. ¿Whats App? Its up to me and its up to you. Será cosa mía y será cosa tuya decidir qué uso queremos hacer.